miércoles, 9 de enero de 2013

LOS REFRANES

Un REFRÁN es un dicho popular que enseña o aconseja algo. Suelen ser frases en verso, o al menos con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fácil de memorizar. Se transmiten de forma oral.

Cuando se oye un refrán hay que saber interpretar su significado y cuando se pretende decir un refrán hay que saber cuál es el más adecuado para el contexto o la situación.

Para un niño o niña de los primeros cursos de Educación Primaria, esto puede ser una tarea complicada. 
¿Cómo interpretaría un/una niño/niña algunos refranes en su mente?


 Más vale pájaro en mano que ciento volando.






 A caballo regalado no se le mira el diente






 Dios le da pan al que no tiene dientes






El que a buen árbol se arrima, buena  sombra le cobija








Gato con guantes no caza ratones




martes, 8 de enero de 2013

... milana bonita, milana bonita ...

LOS SANTOS INOCENTES - MIGUEL DELIBES


Escribir para niños es un don, como la poesía,
que no está al alcance de cualquiera


(...) ¿me alarga la jaula, señorito?
y el señorito Iván alzó el brazo, con la jaula de los palomos en la mano, y, simultáneamente, levantó la cabeza y, al hacerlo, el Azarías le echó al cuello la soga con el nudo corredizo, a manera de corbata,  y tiró del otro extremo, ajustándola, y el señorito Iván, para evitar soltar la jaula y lastimar a los palomos, trató de zafarse de la cuerda con la mano izquierda, porque aún  no comprendía,
¿pero qué demonios pretendes, Azarías?, ¿es que no has visto la nube de zuritas sobre los encinares del Pollo, cacho maricón?
y así que el Azarías pasó el cabo de la soga por el camal de encima de su cabeza y tiró de él con todas sus fuerzas, gruñendo y babeando, el señorito Iván perdió pie, se sintió repentinamente izado, soltó la jaula de los palomos y,
¡Dios!... estás loco... tú,
dijo ronca, entrecortadamente, de tal modo que apenas ni se le oyó y, en cambio, fue claramente perceptible el áspero estertor que le siguió como un prolongado ronquido y, casi inmediatamente, el señorito Iván sacó la lengua, una lengua larga, gruesa y cárdena, pero el Azarías ni le miraba, tan sólo sostenía la cuerda, cuyo cabo amarró ahora al camal en que se sentaba y se frotó una mano con otra y sus labios esbozaron una bobalicona sonrisa, pero todavía el señorito Iván, o las piernas del señorito Iván,  experimentaron unas convulsiones extrañas, unos espasmos electrizados, como si se arrancaran a bailar por su cuenta y su cuerpo penduleó un rato en el vacío hasta que, al cabo, quedó inmóvil, la barbilla en lo alto del pecho, los ojos desorbitados, los brazos desmayados a lo largo del cuerpo, mientras Azarías, arriba, mascaba salivilla y reía bobamente al cielo, a la nada,
milana bonita, milana bonita,
repetía mecánicamente,
y, en ese instante, un apretado bando de zuritas batió el aire rasando la copa de la encina en que se ocultaba.